Por Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- Es la noche de un lunes, puede ser cualquier lunes, uno caluroso, frío o lluvioso, pero en el que sin duda se registrará una pelea, aquella que se replica en el mismo sitio desde hace 67 años: la de los ¡rudos los rudos! contra los técnicos.
Los rostros de los contrincantes en cartelera al exterior cambian con el transcurso de la semana, los nombres estelares de quienes desfilan en la pasarela también, los colores en sus máscaras, los adornos en sus pantaloncillos, el largo del cabello, los tatuajes en sus brazos, la complexión corporal, la canción que utilizan para desfilar, los ademanes con las manos, la forma de sacar la lengua y de señalar a su rival, pero al final la batalla siempre es entre dos grupos.
Uno de ellos es el que respeta las reglas, considerados los “buenos” del enfrentamiento, los que de ganar lo hacen limpiamente, sin golpes bajos dentro del ring; en el otro sus integrantes hacen trampa, se jactan de ello y ni siquiera son amables con sus admiradores que los observan en la primera fila de las butacas metálicas, son los “malos” de la historia.
Hay excepciones, en ocasiones, las funciones estelares las protagonizan los luchadores aunque sean rudos contra rudos y técnicos contra técnicos.
Las banquetas de la 13 Poniente y la 4 Sur, a siete calles del Zócalo de la ciudad, se llenan de puestos ambulantes que venden máscaras de luchadores, llaveros, peluches, cervezas, agua de horchata y refrescos, cemitas gigantes, todo en inmediaciones de la Arena Puebla.
Los litros de aceite hierven en los comales que ya fríen las papas y los bistecs empanizados, mientras un par de manos desmenuza el quesillo, cortan el pan y coloca uno a uno los ingredientes sobre una de las tapas el jitomate, las rajas, más papas, la milanesa, el quesillo a montones, que intentan sujetar colocando la otra tapa del pan encima, para luego envolver todo en una bolsa de papel que se mancha por la grasa que traspasa.
Los transeúntes se dirigen a la Arena, por lo regular, en familias, grupos de amigos y parejas tomadas de la mano. Algunos de ellos con máscaras de luchadores legendarios como el Santo, la Parka, o conocidos como el místico, hasta de superhéroes como el hombre araña, y algunos luchadores poblanos como el Tigre Rojo.
Aquí, se juega la máscara o la cabellera, un enfrentamiento envuelto entre los gritos e insultos de unos y otros que se convierten en el centro de atención y que llena de adrenalina a quien asiste.
La Arena Puebla se envuelve de magia. Es tal que las mentadas de madre de una esquina a otra al interior arrancan risas de otros que las escuchan. Hay mujeres, adolescentes, niños, adultos mayores y hombres, sin distingo, que se unen a los reclamos contra el referí o a los insultos contra los luchadores. Cada grosería lanzada libera del estrés a quien lo hace.
A unos más, les provoca regresar los insultos con más groserías o silbidos, pero ningún ataque traspasa lo físico ni las cuatro paredes del recinto. Afuera, todos son desconocidos, o siguen siendo amigos, aunque al interior apoyaban a los contrarios.
Los golpes que reciben otros sobre el ring generan coraje, impotencia, rabia contra el grupo rival como si formaras parte de quienes son vapuleados o los que van ganando sometiendo al contrincante con llaves.
El show sigue, las piruetas en el aire, los rudos que trepan las cuatro cuerdas y se dejan caer sobre el cuerpo del rival hasta tumbarlo. Los cuerpos que salen del cuadrilátero y que llegan a los pies de los espectadores, los luchadores que utilizan a los asistentes como escudo, los que rompen la silla en la espalda de su contrincante, mientras los abucheos resuenan en el recinto.
La historia de la Arena
La Arena Puebla se inauguró el 18 de julio de 1953. La lucha estelar era protagoniza por Black Shadow, Tarzán López y Enrique Llanes que le ganaron a El Santo, El Cavernario Galindo y el Verdugo, aquellas figuras que protagonizaron las películas más famosas en la época de Oro del cine mexicano.
Además de las luchas, ha albergado espectáculos de diferente índole, desde actores y cantantes como Angélica María y Enrique Guzmán durante su apogeo hasta el circo que presentó un King Kong. Así, los lunes se han convertido en el día que en Puebla, cualquiera, puede liberarse del estrés, mientras un grupo de sujetos frente a ti se enfrentan a golpes.